La industrialización en
España, como en otros ámbitos de la política o la vida, se ralentizó y no se
hizo evidente hasta que terminó el Antiguo Régimen, se consolidó el Gobierno
Liberal y se obtuvieron recursos dinerarios para ponerla en marcha. Los
problemas a los que se enfrentó fueron los siguientes:
F Carencia de
capitales. Una economía agraria como la
española, de escasos rendimientos y pocos excedentes, no podía asegurar la
constitución de capitales suficientes para invertir en la industrialización.
F La limitación del
crecimiento demográfico. Las altas tasas
de natalidad se contrarrestaban con una mortalidad también muy alta, por encima
del 40‰. Esta cuestión, combinada con una explotación agrícola primitiva,
mantuvo a la mayoría de la población (más de un 60% en 1860) en el sector
primario, con la consiguiente reducción de la fuerza de trabajo utilizable en
la industria.
F Los costes del
transporte terrestre de mercancías.
F La insuficiencia de
recursos energéticos, No sólo por las
dificultades de explotación; también influyó la baja calidad de la materia
prima, lo que creó desde el primer momento una estrecha dependencia de la
industria respecto a fuentes de abastecimiento exteriores.
F El bajo nivel
cultural. En 1860 hablamos de un 80% de analfabetismo en
España, mientras que Francia o Inglaterra se mantenían en torno al 30%.
F El atraso agrario.
F Falta de dinamismo
de la industria española.
F El Estado como
responsable del atraso económico.
F Escasa integración
del mercado nacional. Si en Gran
Bretaña las principales ciudades no distan más de 100 km de la costa, en
España, por el contrario, la estructura continental peninsular y el escaso
desarrollo del transporte terrestre dificultaban los intercambios en el
interior.
F El proceso de
modernización no utilizó los recursos propios, sino que estuvo condicionado
en gran medida desde el exterior. Una parte importante de las explotaciones
mineras estaban en manos del capital extranjero.
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